¿Sueñan los lectores con novelas cargadas de horror cósmico?

Hoy uno de los miembros de nuestro contact center, persona anónima para el gran público, pero más que reconocida para nosotros, nos habla de sus influencias literarias y del camino que ha recorrido para llegar a publicar sus novelas.

LOGIKALINE -LGK-: Liss Evermore. ¿Álter ego?

LISS EVERMORE -L.E.-: E incluso más. Liss fue concebida como álter ego en mis años de primavera, allá por 1910. ¿O fue en el siglo anterior? Nunca lo recuerdo. El caso es que descubrió la literatura y se puso a escribir como si no existiese el mañana. Sueña con ser una autora muy famosa y ganar suficiente dinero para comprar todas las napolitanas de chocolate del mundo. En fin: así es Liss; como cualquiera de vosotros, excepto por los tentáculos bajo su ropa.

LGK: Pulp y terror. Terrenos eminentemente masculinos  ¿En qué espejos se ha mirado Liss?

L.E.: No nos cansamos de transgredir. Ya lo hicieron Mary Shelley en su época, Charlotte Brontë o Elizabeth Gaskell. Demostraron que el terror no era sólo cosa de hombres. De hecho, por aquel entonces casi podía afirmarse que cualquier género literario les pertenecía a ellos. Bien lo sabrán las autoras que se escondían bajo pseudónimos masculinos. Pulp y terror, por mi pasión hacia la literatura de ficción, por vestir de rosa lo que siempre han vestido de marrón con cuadros grises y, tal vez, por las ganas de molestar.

LGK: Stephen King enterró a Richard Bachman para dar paso a nuevas personalidades que le ofreciesen anonimato…

L.E.: Y, además, le habría dicho a J. K. Rowling, si éste le hubiese preguntado acerca de los seudónimos, que «es un secreto imposible de guardar por mucho tiempo». A King se le ocurrió una gran idea: mató a Bachman de cáncer de seudónimo. Por suerte para mí, Liss tiene un intestino muy saludable.

LGK: Volviendo a Liss. Escribes, maquetas y eres correctora. Aunque es una conexión natural, en tiempos de auto publicación y superventas de corte vampírico-adolescente, no dejas de ser una rara avis. ¿Qué opinas de la calidad de las obras auto editadas que inundan Internet?

L.E.: Soy de la vieja escuela; la de los vampiros aristócratas y románticos como el de Polidori o el de Stoker. Eso ya se considera una rara avis en los tiempos que corren. Los vampiros de hoy en día juegan al baseball y conducen coches Volvo. Yo prefiero las historias de antaño porque no creo que la sociedad moderna esté bien hecha. Internet es un hervidero de obras y, en general, de todo. Hay dos hechos que me parecen lamentables: que las editoriales antepongan otros factores a la calidad de sus libros y que infinidad de escritores actuales no sepan, ni quieran saber, escribir. ¡Es una aberración! En cualquier caso, si alguien crea una novela, digamos… de un vampiro, más que el tipo de publicación, lo realmente importante es que conduzca un carruaje y no un Volvo.

Hay dos hechos que me parecen lamentables: que las editoriales antepongan otros factores a la calidad de sus libros y que infinidad de escritores actuales no sepan, ni quieran saber, escribir

LGK: ¿Cómo y cuándo te picó el bicho literario?

L.E.: Fue una noche de 1905 en mi palacio marino, después de comerme los últimos pececillos de la cena, cuando descubrí mi pasión por Lovecraft y su horror cósmico. Sus relatos provocan una angustia muy especial. Me dije: «Quiero ser escritora para angustiar a mis lectores igual que él lo hace conmigo». Después conocí la ghost story, que enseguida se me reveló como el segundo género literario favorito, y por último encontré las publicaciones de terror pulp de los años ’50. Así que pusimos en la batidora un poco Lovecraft, otro de Maupasant, una pizca de  William Gaines y… voilá! Surgió Liss Evermore, como una bailarina del pastel. La yo escritora.

LGK: ¿Friki, freak o ambos?

L.E.: Freak. Sólo. Sin leche. «La parada de los monstruos», de Tod Browning, demuestra que si habitas este mundo no tienes más que una buena opción: ser un bicho raro. El término original hacía referencia a las personas con malformaciones físicas que se exhibían en los circos. Fenómenos, monstruos de feria. La biografía de Joseph Merrick lo refleja igual de bien: un ciudadano inglés que tenía una protuberancia en el rostro con forma de trompa de elefante. Pero me parece mayor malformación la que ha obtenido el término tras el paso del tiempo. Ahora los freaks, más bien frikis, posiblemente vivan en lofts y conduzcan Volvos.

LGK: ¿Indie o best seller por descubrir?

L.E.: Best indie seller.

LGK: Que sepamos…has publicado una decena de libros  ¿Incontinencia creativa?

L.E.: Necesidad de llenar la despensa.

LGK: Tu estilo es desenfadado y de fácil lectura, quizá porque construyes historias cortas, pero son altamente recomendables para iluminar los viajes en metro y tren de los lectores sin complejos y con cierta pasión inconfesable por la serie B.

L.E.: Así es. Aunque no todo es serie B en mis obras. Hay una variedad de registros muy interesante, como un surtido de bombones: desde el drama hasta la comedia, pasando por la aventura, la novela negra, la romántica o la histórica e incluso por el ensayo.

LGK: La  estética de tu obra es muy pulp ¿Qué opinas del pulp? ¿Palabrería comercial orientada a la venta rápida o género infravalorado?

L.E.: El pulp es un incomprendido. Fue un formato de publicación barato, de hojas amarillentas sin guillotinar y tapa blanda, que inundó las calles americanas a principios del siglo XX. Los autores de género, como se nos llama a quienes escribimos fantasía, terror o ciencia ficción, les debemos mucho a aquellas revistas y libros. A mí, personalmente, me encantan.

LGK: Y retomando la serie B, las distopías y las naves espaciales: ¿El Voneggut de Matadero Cinco o La Margaret Atwodd de El Cuento de la criada?

L.E.: Me temo que, en lo referente a las naves, soy más de Asimov y de Arthur C. Clark.

LGK: No puedo dejar de preguntarte ¿Leemos?

L.E.: Siempre. El mejor amigo del hombre es el perro; el de las mujeres, el libro.

LGK: Antes de despedirnos ¿Alguna recomendación imperdible?

L.E.: Uno de mis fetiches: Dracula, de Bram Stoker. Y las croquetas de jamón del bar de abajo; son deliciosas. Os recomiendo también que vengáis a verme al sótano y me compréis muchos libros. Ya sabéis cuál es mi mesa. No tiene pérdida: la número 666.

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