Corría el año 87, para muchos la década más fructífera de la música. El eterno  Antonio Vega componía su “Lucha de gigantes”. Entonces nadie descifraba lo premonitorio de aquellos maravillosos versos. Tampoco imaginaban que en pleno 2020 y en los albores de una sociedad 100% digitalizada nos estremeceríamos como nunca al escuchar su letra.

Acumulamos  más de un mes de cuarentena y “el mundo descomunal” de Vega ha dejado sentir la fragilidad del tejido empresarial que nos rodea modificando por completo las reglas del juego para todos. También para el sector del contact center que fue capaz de generar unos ingresos de más de 3.000 millones de euros en 2018 y ahora vive una disrupción, pero ¿Seguirán funcionando los contact al 100%?  

Tal y como afirma nuestra Directora de Proyectos y Tecnología, Leire Zabaleta: “Esto es una rueda que gira y de la que todos comemos, si unos se ven afectados impacta en el resto”.

Zabaleta alude en su respuesta a la cartera de clientes de Logikaline que  trabaja para empresas públicas y privadas de todos los sectores, desde la Gran distribución hasta la ciberseguridad o las telecomunicaciones. Aunque el impacto ha sido muy diferente para ellas, los expertos coinciden en que todas han tenido que interiorizar en un mes, cambios que requerían años de preparación. “Este cambio ha sido una burbuja de aire que nos ha brindado la oportunidad de seguir hacia delante”.  

Sin embargo, solo se puede avanzar en la dirección correcta cuando existe una hoja de ruta previa. La mejor prueba de ello es que  no todos han sido capaces de responder al cambio en tan poco tiempo y menos aún de  mantener a  casi 100 agentes activos desde sus casas.  “Una de las claves ha sido el trabajo previo. Teníamos preparada la infraestructura para trabajar desde centros interconectados y el teletrabajo ya formaba parte de la rutina de nuestro Equipo De Soporte. Cuya implicación y dedicación han sido increíbles,  me siento muy orgullosa, tenemos un equipazo”, apostilla.

El futuro sigue siendo incierto y no se nos ocurre mejor despedida para esta disertación que retomar de nuevo la canción que citábamos al principio: “Deja que pasemos sin miedo”.